Un escenario monumental, la elección de la reina, desfiles de carrozas y una multitud estimada en unas 100.000 personas fueron el marco de la Primera Fiesta de la Zafra en Tucumán, que se inició 14 de julio de 1942. La mayoría de los actos se realizó en el parque 9 de Julio. La maratón que abrió los festejos recorrió calles de la ciudad antes de desembocar en el paseo.

Además se inauguró la “Vía Blanca”, un recordado paseo céntrico que abarcaba las calles San Martín desde Maipú hasta Laprida, 25 de Mayo desde Mendoza y la plaza Independencia. Los negocios adornaron sus vidrieras con alegorías sobre el azúcar y hasta se cortó el tránsito para que el público pudiera recorrer la zona. Además se presentó la “embajada artística” de LR3 Radio Belgrano encabezada por su director, Jaime Yankelevich.

Los actos fueron encabezados por el gobernador Miguel Critto y todo su gabinete con representantes de distintas áreas del gobierno. La fiesta fue establecida por ley a impulso del diputado Juan Carlos Guyot. El ministro de Hacienda, Tomás Chueca, señaló: “Tucumán estaba en mora con su industria máxima al no haber dedicado un día en homenaje al esfuerzo común de las ponderables fuerzas generales que a ella concurren. Esta omisión ha sido reparada con la ley 1.882 que ha fijado el 15 de julio - fecha en que la totalidad de los ingenios azucareros están en la plenitud de su labor- para celebrar la Fiesta de la Zafra”.

La primera reina de la zafra fue la representante de Monteros, Nelly Elsa Orti. Su corte de honor fueron Dora Piossek y María Arsenia Toledo. “El público reconoció cálidamente a la primera reina de la zafra y sus damas acompañantes así como a la reina de Mendoza, que se presentó con toda su belleza y simpatía”, reseñaba nuestra crónica.

La coronación tuvo una serie de pasos que vale la pena contar. “La hermosa reina de Río Chico, Beatriz Paulucci, fue la encargada de entregar al gobernador de la provincia la corona”, relataba nuestro cronista, para continuar: “el gobernador, como homenaje a Mendoza que envió su reina para los festejos, hizo entrega de la corona a Emilia Cobos”. Para culminar expresando: “la Reina de la Vendimia, en un momento lleno de entusiasmo y expectativa procedió a colocar sobre la cabeza de la Reina de la Zafra la corona, símbolo de su reinado sobre el suelo tucumano”.

Desfile

La Banda de Música de la Provincia, bajo la dirección del maestro Enrique Casella, ejecutó el Himno Nacional, acompañada por el coro de la Academia de Bellas Artes, con dirección de Alex Conrad.

Luego se ofició una misa de campaña a cargo del obispo Agustín Barrére. Tras los discursos comenzó el desfile de carrozas, carros y carretas cañeras para enaltecer aún más la jornada. “Un toque de clarín anunció el comienzo del desfile” expresaba la crónica, y continuaba: “una antigua carreta con caña tirada por cuatro bueyes. En el pértigo iba el carrero, armado de la picana (caña larga para azuzar al animal). A esta sucedió una mayor, del mismo estilo, siguiendo luego siete más, escalonadas en épocas y tiradas por mulas. En estos carros los carreros cabalgaban una de las mulas, mientras a los lados y atrás marchaban hombres del surco, jinetes en mulas ataviados con ponchos y sombreros”. Tras esos carros aparecían los carros de tracción mecánica, los tractores “con seis acoplados cada uno cargados con caña”.

LLAMA VOTIVA. Raúl Ibarra le entrega al mandatario la antorcha con la que se encederá el fuego que iluminó la jornada.

Todo esto mostraba el avance tecnológico de la época. Además cambió la vestimenta ya que los conductores vestían “saco y gorra de cuero” en vez de poncho y sombrero. A partir de ese momento comenzaba el tránsito de las carrozas alegóricas de cada municipio con su respectiva reina local que había competido por el cetro zafrero.

El primero fue el de Monteros donde Nelly Elsa Orti, la Reina de la Zafra, “iba sentada en su trono, bajo un dosel de seda azul en cuya parte superior había una corona dorada. Delante, al pie de dos columnas truncadas iban las damas de honor. La carroza era tirada por tres parejas de caballos negros, lujosamente enjaezados y conducidos por palafreneros con librea”.

Homenaje

Para nuestro diario la primera fiesta de la zafra tenía gran trascendencia al implicar “un homenaje a la industria, en su más amplia expresión; homenaje al trabajo humano en primer término, que labra la tierra, planta la caña, la cuida, la corta y la prepara para la molienda: homenaje a la fábrica en cuanto ella representa como factor de trabajo material e intelectual; homenaje al capital invertido en ingenios y cañaverales, y homenaje a toda la organización sobre la que la industria descansa”.

Además consideraba que la fiesta debía servir para poner la industria azucarera en la mayor consideración, de tal manera que se impulsen los lazos de “comprensión recíproca” y “estrechar los vínculos de unidad de todos los factores de la industria”. Además de destacar su valor como uno de los “puntales de la economía nacional y uno de los factores más eficaces del adelanto social del norte”.

Maratón

Aquella fiesta dio comienzo con la “Maratón de la zafra” de la que participaron 22 competidores que llevaban una antorcha en la mano y provenían de distintas partes del país. El recorrido comenzó frente de a la Casa de Gobierno fueron por 24 de Septiembre hasta Maipú, Las Heras (hoy San Martín), Laprida, Congreso, avenida Roca, Jujuy, Lavalle, avenida Alem, Mitre, Sarmiento, Avellaneda, Benjamín Aráoz, Paz Posse (dentro del parque) por donde llegaron a la meta en la Casa del Obispo Colombres.

El triunfo correspondió a Raúl Ibarra, del Club Unión Deportiva de Buenos Aires, campeón mundial de los 20 kilómetros desde hacía un año cuando batió el récord en la pista del club Gimnasia y Esgrima. En Sudamérica ningún título, tanto por distancia como por tiempo, se le resistió a Ibarra.

Volviendo a la prueba en Tucumán la segunda posición correspondió a Luis Albornoz del Club Olimpia de Tucumán, a menos de dos minutos del ganador y en tercer lugar Andrés Guaymás del Club Obras Sanitarias. El primer mandatario dio la largada y bajó la bandera de la competencia. El mismo Ibarra encendió con su antorcha la lámpara votiva.

Como en todo este tipo de eventos hay errores y fallas que se subsanan. Uno que trascendió a la prensa ocurrió tras el desfile al finalizar la jornada. “La reinas esperaron inútilmente ser conducidas en automóvil a la ciudad. Ya apagadas las luces, las diez reinas departamentales y la de la vendimia tuvieron que tomar la determinación de lanzarse a pie por el parque y tuvieron la suerte de ser acompañadas por agentes de policía hasta la salida más próxima, desde donde personas caballerescas las trajeron en auto hasta la ciudad”, informaba la crónica.